«Yo tenía una cabaña al pie de las montañas de Ngong»… quién no recuerda esa mítica frase de la película Memorias de África, basada en la vida de Karen Blixen. Mi estancia en África, concretamente en Kenia, no da para unas memorias, pero es de esos viajes que se guardan para siempre en la memoria, y sobre el cual quiero compartir mi experiencia.

Cuando nos decidimos ir a Kenia, nos llegó, cosas del destino, información sobre la Asociación Mundo Posible, que se dedica a promocionar, para visitar in situ, los proyectos de desarrollo que lleva a cabo varias organizaciones locales. Nos pareció algo sumamente interesante, y queríamos hacer algo alternativo, aparte de las excursiones que te proponen en los circuitos organizados.

Desde luego tomamos la mejor de las decisiones, fue una idea fantástica, y os animo a través de estas líneas a que tengáis la misma oportunidad que tuvimos nosotras de visitar los proyectos.

Cuando me preguntaban a la vuelta del viaje, el típico, ¿qué tal?, yo a todo el mundo contestaba la misma frase, allí hay que viajar con la mente en blanco, para empaparte de toda su cultura, su forma de vida, la luz, la maravillosa luz de África, sus colores, su olor…

Tuvimos la oportunidad de conocer dos de los proyectos de desarrollo que tienen, el primero que vimos fue en Mariashoni, nos llevaron a un bosque, el de Kiptunga, donde a través de la maravillosa naturaleza que allí había, nos iban explicando los distintos arboles autóctonos, y las plantas que sigue utilizando de manera tradicional para combatir diferentes dolencias, dolor de estómago……., toda esa cultura pasa de generación a generación, para que no se pierda…..y al finalizar la visita al bosque nos enseñaron como se recoge la miel de manera tradicional, una experiencia fantástica.

Comimos la comida típica de la zona, todo muy rico y sabroso, cocinado con mucho cariño, y para finalizar la visita, vimos la tienda donde les han enseñado a comercializar la miel, con la interesante charla explicativa y la tienda de Karunga, que lleva un grupo de mujeres, que hacen peluches con la lana de las ovejas.

En la segunda visita fuimos hacia la zona de Baringo. Allí visitamos el proyecto de educación de un colegio, en el cual plantamos un mango, y los maravillosos niños, con su también maravillosas sonrisas y sus increíbles ojos, cantaron y bailaron para nosotros, y de lo que jamás me olvidaré es que, después de otra sabrosa comida típica de la zona, las mujeres de la tribu Ilchamu, que aparte de también bailar y cantar, nos animaron a unirnos a ellas, como si fuéramos una más, y aquel momento de unión y conexión con ellas, lo llevare siempre en mi corazón, por sus sonrisas de agradecimiento, por estar allí.

Porque aparte de la fantástica experiencia que supone visitar los proyectos de desarrollo, colaboras con ellos, para hacer que sigan adelante, y tengan más oportunidades para dar a los más necesitados.

Gente sencilla, pero muy hospitalaria, cordial, y siempre con una gran sonrisa de agradecimiento, sonrisa que no puedes evitar que te contagien…

Gracias por esta experiencia única, y animaros a vivirla vuestra propia.

Y no me podía olvidar de dar las gracias a Raquel, Samuel, y a su «pequeña» leona Julia, por todo su cariño, hospitalidad…